...gracias por hacerme tan valiente y perdón porque ya
no puedo mecanizarlo en el alboroto de esta luz que desaparece,, el
silencio infinito se vuelve andenes en una oscura boca que sueña con reir a carcajadas..
ayer dejé que quites mi sol , hoy ya no soy tan inocente,,
La agonía puede matar,o puede sustentar la vida pero la paz es siempre horrible.La paz es la peor cosa: caminando,hablando,sonriendo..pareciendo ser.
hay algo malo en mi, además de la melancolÍa
jueves, 30 de diciembre de 2010
domingo, 26 de diciembre de 2010
Y ya no esperás que te jueguen limpio, nunca más
Puede que no pensemos en lo que podemos llegar a ocasionar, pero es muy dificil a veces ponerse en la piel de otro para ver sus marcas, o como tuvo que trepar la vida,
pensamos que es todo muy facil, y que un día nos pusieron aquií y comenzamos a vivir, nadie sabe que para llegar hasta este escalón, así sea derrumbada y con las heridas aún abiertas, hubo que sufrirla mucho, demasiado, tanto que a veces nos confundimos, y queremos tener el control de todo. cuando nisiquiera podemos tener el control de nuestro propio corazón,,
pensamos que es todo muy facil, y que un día nos pusieron aquií y comenzamos a vivir, nadie sabe que para llegar hasta este escalón, así sea derrumbada y con las heridas aún abiertas, hubo que sufrirla mucho, demasiado, tanto que a veces nos confundimos, y queremos tener el control de todo. cuando nisiquiera podemos tener el control de nuestro propio corazón,,
viernes, 10 de diciembre de 2010
Cualquier acto injustificable, es un medio para la invasión,, (acto fallido: evasión. También estoy invadida)
Y detesto que me digan que soy fuerte cuando ninguna pieza encaja bien en la cabeza. Yo no soy una mina fuerte, yo no puedo cerrar los ojos, respirar fuerte y alivianar el peso de las caídas construyendo hilos infinitos por los cuales moverme. Estoy hundida, estoy desesperada, estoy necesitando que alguien me saque, que venga jim morrison a levantarme de los pelos y con unas cinco cachetadas me destierre de mi infierno
jueves, 2 de diciembre de 2010
En manos de un analista
Me senté a esperar mi turno, con las manos sobre las piernas , con los dedos entumecidos y el ruido de la calle que me resultaba desesperante. Miré a mi costado izquierdo, divisé aquel joven, no llegaba a los 20 años. Tenía las manos inquietas, se movía muy rápidamente y hundía los ojos en el celular de su madre que (ya desbordada), le mostraba unas fotos. Me miró, no saqué la vista de aquel punto. Tenía la mirada desordenada, y acompañada por la luz que entraba por el ventanal, de a ratos parecía nostálgica, como si entendiera todo, quizás demasiado. Corrí la cabeza, miré hacia la recepción, ella me observaba como siempre, sabe mi historia y a veces pienso que le doy lástima. Mordisqueé mis uñas como de costumbre, mi gran antídoto para calmar la ansiedad; miré la hora en mi celular, saqué un libro, abrí unas páginas, quise leer, fue imposible.
Miré hacia mi derecha, el niño, el ruido de la puerta.
-“Pasá Melody”.
Me miró y con un gesto amable quiso desprender una sonrisa. Sabe que no estoy bien. Sabe cuanto la necesito.
Como en todos los principios de las sesiones el ambiente se reducía a una mirada buscando un comienzo, una delicada sonrisa y un silencio como puente. Siempre me sonreía, y yo también. Me preguntó porque me reía hablando de temas tan serios y contesté que era mi forma de evitar el llanto irreversible, que siempre fue mi forma de resguardarme. Sin ninguna otra acotación empecé a hablar de forma espasmódica y nerviosa.
Ella anotaba, de a ratos levantaba la vista y reflexionaba, queriendo entenderme, mirando a la vez los rasguños de mis brazos que ya comenzaban a cicatrizar.
“Trastorno límite de la personalidad con comorbilidad en un trastorno de ansiedad generalizada”
Bastante fuerte, aunque ya previsto.
Mañana es martes, y a pesar de la contaminación, me alivia saber que voy a volver a verla.
Miré hacia mi derecha, el niño, el ruido de la puerta.
-“Pasá Melody”.
Me miró y con un gesto amable quiso desprender una sonrisa. Sabe que no estoy bien. Sabe cuanto la necesito.
Como en todos los principios de las sesiones el ambiente se reducía a una mirada buscando un comienzo, una delicada sonrisa y un silencio como puente. Siempre me sonreía, y yo también. Me preguntó porque me reía hablando de temas tan serios y contesté que era mi forma de evitar el llanto irreversible, que siempre fue mi forma de resguardarme. Sin ninguna otra acotación empecé a hablar de forma espasmódica y nerviosa.
Ella anotaba, de a ratos levantaba la vista y reflexionaba, queriendo entenderme, mirando a la vez los rasguños de mis brazos que ya comenzaban a cicatrizar.
“Trastorno límite de la personalidad con comorbilidad en un trastorno de ansiedad generalizada”
Bastante fuerte, aunque ya previsto.
Mañana es martes, y a pesar de la contaminación, me alivia saber que voy a volver a verla.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)